viernes, 19 de diciembre de 2008

INTERESANTE ARTÍCULO


Crónica de España
El síndrome de Herodes como paradigma de nuestra sociedad
Un certero editorial de la Cadena COPE nos ha recordado que este año, la Fiesta de la Sagrada Familia, el domingo 28 de diciembre, coincide con la de los Santos Inocentes en la cual la Iglesia conmemora la degollación de los niños de Belén, menores de dos años, que se convirtieron así en los primeros mártires de la era cristiana.
El hecho no tiene nada de singular en la medida que se repite en el calendario cada siete años. Lo que ha llamado la atención a la gran cadena de emisoras, es todo un paradigma de la crisis moral contemporánea que azota de manera tan especial a lo que aún consideramos mundo cristiano, en este caso concreto, nuestra España gobernada por Zapatero, y que el comentarista señala como el “síndrome de Herodes”. No es que se haya pretendido un paralelismo entre la intención reformadora de la ley del aborto –para hacerlo universal y sin cortapisas- y los hechos que se atribuyen al sanguinario Herodes el Grande. No es eso exactamente. El “síndrome” en cuestión es otro que, en el fondo, ha afectado a muchos reinos y muchos gobernantes a lo largo de la historia. Consiste en ese terrible pecado, en el que caen muchos soberbios, de suprimir, alejar, exiliar e incluso asesinar a quienes les pueden hacer sombra en un momento dado. El crimen de Herodes no fue otro que tratar de impedir la posibilidad equivocada de que el “rey de lo judíos” pudiera arrebatarle su poder omnímodo como mandatario de Roma en Palestina. Recuérdese el pasaje evangélico: los Magos que, desorientados al perder de vista la estrella que seguían, acuden hasta el palacio de Herodes en Jerusalén para preguntar por el Niño que había nacido y que sería el mesías anunciado en el Antiguo Testamento, sobre todo por Isaías tan recordado estos días en la liturgia de Adviento. Después de que sus consejeros le dieran la pista de Belén, como lugar de nacimiento del Niño Dios según las Escrituras, Herodes se llenó de pánico ante la posibilidad de perder su trono. Así, una vez burlado por los Magos, que regresaron a sus tierras por otros caminos sin pasar por Jerusalén, ordenó degollar a todos los niños menores de dos años en aquel humilde pueblecito de la Judea de David, y acabar así con sus miedos... Luego le tocaría a su hijo, el tetrarca Herodes Antipas, culminar la labor de su antecesor con la degollación de Juan el Bautista y burlarse de Jesús cuando ya estaba condenado a muerte por el Sanedrín.En fin, sirva todo esto para explicar en qué medida ese “síndrome” herodiano, que no figura en los anales de la medicina o la psiquiatría es, en cierto modo el espejo de cuantos no resisten la existencia de alguien que puede arrebatarles su poder. ¿Cómo se entiende, si no, esa persecución de los símbolos religiosos en aras de una sectaria interpretación de la ley de libertad religiosa? Lo que ha ocurrido, por ejemplo, en la Fiscalía General del Estado, donde el titular de la misma ha prohibido que unos funcionarios –como han hecho siempre- colocasen un “nacimiento” en el vestíbulo del edificio, es una muestra de esa enfermedad que, en el fondo y en la forma, ofrece toda una alegoría del “miedo” que el laicismo ateo tiene a otras formas de vida cuya esperanza está puesta en la Justicia divina, aunque acaten la humana. Estos días, ese gran filósofo que es Alejandro Llano, se refería con fino humor en un artículo, a los “rumores persistentes” que circulan desde hace tiempo sobre la Creación del Mundo por Dios. ¡Esta sí que es una amenaza para los que están construyendo el suyo propio! ¡De manera que es urgente y necesario acabar con ese atrevido Creador, que echa por tierra sus planes! Este es el fundamento y no otro, de quienes en esta España de la Reconquista, regada por sangre de tantos mártires, critican hoy a la Iglesia como guardiana insobornable del Evangelio. ¡Ay, esos “conservadores” que tan poco gustan a los “progresistas” como, pongamos por caso, el inefable José Bono, si tomamos al pie de la letra sus declaraciones en el programa 59 segundos!Pero, en fin, ahí está esa paradoja del día 28: un día para festejar a la familia, cuyo modelo es María, José y Jesús... y para recordar a los inocentes que murieron como testigos de que alguien no podía soportar la idea de una Superioridad que le rebasaba. Por ello hay que agradecer al cardenal Rouco Varela su decisión de convertir cada domingo después de Navidad, en nuestro “Family Day”, para recordar, con la Eucaristía como centro, que la familia cristiana, por mucho que se empeñen los zapateros de turno, es indestructible.

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