martes, 9 de junio de 2009

Carta del Administrador Apostólico de la Diócesis

Carta del Administrador Apostólico con motivo del Día de la Caridad. 14 de Junio de 2009
EL CUERPO Y LA SANGRE DE JESUSCRISTO,FUENTE DE AMOR Y FRATERNIDAD.Dentro de breves días celebraremos la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, fiesta de la entrega del Señor a sus Apóstoles y a todos los hombres. El relato de San Lucas recoge ese emotivo momento de la Última Cena en el que Jesús, lleno de amor a los suyos, encuentra el modo de quedarse con ellos cuando ha de marcharse de este mundo. “Tomando pan, dio gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que es entregado por vosotros. Haced esto en memoria mía. Y del mismo modo el cáliz, después de haber cenado, diciendo: Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros”: Lucas 22, 14-20. Jesús se da a sí mismo, se entrega sin límites a los hombres. Su paso por la tierra ha sido una donación continuada, porque el Hijo del hombre no vino sino” para dar su vida” (Mateo 20, 28) y ahora ha llegado el momento de la consumación. San Pablo describirá muchas veces su muerte en la cruz con estas simples palabras: “Me amó y se entregó a sí mismo por mí”: Gálatas 2, 20. “Caminad en el amor, lo mismo que Cristo nos amó y se entregó por nosotros”: Efesios 5,2.Jesús se queda con nosotros para siempre en la Sagrada Eucaristía con una presencia personal y sustancial. Jesús es el mismo en el cenáculo y en el sagrario. Este quedarse - “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”-, es un gran gesto de amor: por un lado, sabe que le necesitan -“Quédate con nosotros, que anochece”, le piden los de Emaús-; y por otro, a Él le cuesta no estar con los que ama. En ese ambiente de despedida, les manifiesta: “Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros; como yo os he amado, así también amaos mutuamente. En esto conocerán todos que sois mis discípulos: si tenéis caridad unos con otros”: Jo. 13, 34-35. La caridad será la señal por la que reconocerán al cristiano. Nuestro trato con el Señor se manifiesta inmediatamente en el trato con los demás. Por eso la caridad se alimenta principalmente en el trato personal con Jesucristo.Con la parábola del buen samaritano (Lucas 10, 30-37) el Señor ha querido enseñarnos que, si es auténtico el amor que tenemos a Dios, también amaremos a quienes nos vamos encontrando en el camino de la vida.Los que “pasaron de largo”, dieron más importancia a sus asuntos que al hombre herido. Iban a lo suyo –quizás cosas importantes-, y no quisieron complicaciones. Sin embargo, aquel servicio que no prestaron habría merecido del Señor estas palabras: “una obra buena han hecho conmigo” (Marcos 14, 6), porque todo lo que hacemos por los demás lo hacemos por Él.La caridad exige realidades prácticas, se demuestra en las obras. El samaritano puso los medios para una ayuda concreta y eficaz: “le vendó las heridas, derramando en ellas aceite y vino, lo hizo montar en su propia cabalgadura, lo condujo al mesón y cuidó de él”.La preocupación por ayudar a los demás nos sacará de nuestro egoísmo y ensanchará nuestro corazón, impidiéndonos ser mezquinos. Ni la falta de tiempo, ni el exceso de ocupaciones, ni el miedo a complicarnos la vida, podrán justificar las omisiones de la caridad. Quienes pasaron de largo junto al hombre malherido no le hicieron ningún daño positivo; su falta fue que pasaron de largo.Os invito a todos a celebrar la solemnidad del Corpus Christi, fiesta de la donación del Señor a los hombres, convirtiendo nuestra vida en amor entregado a los hermanos. Pidámosle a Santa María de la Fuensanta, Madre de todos, que nos ayude a no pasar de largo ante nuestros hermanos necesitados.Un abrazo cordial para todos. Miguel Ángel Cárceles Cárceles.Administrador Apostólico de la diócesis de Cartagena.

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